Antigüedades de Garachico

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Garachico es uno de los pocos pueblos de Canarias que mira con devoción su pretérito, que se considera heredero agradecido de la obra de sus antepasados, que conserva y restaura los monumentos religiosos y civiles, exponentes de una historia que no ha muerto, que se siente y palpa en el aire noble y ensimismado de sus calles, en las que el juego de la especulación sobre el suelo, la furia de la piqueta demoledora y el atentado urbanístico, plagas de nuestro siglo, no han alzado aún sus sombras fantasmales. Garachico, rico en historia y en patrimonio artístico, quiere volver sus ojos a un esplendoroso pasado y ningún piloto mejor para tal viaje que el infatigable investigador tinerfeño, santacrucero de casta y castizo, don Pedro Tarquis. En este autor coincide la condición de historiador minucioso que se conoce al dedillo los archivos insulares, que trabaja en ellos para encontrar toda suerte de datos y de pistas, y el crítico de arte que separa la parva ligera del trigo bueno y limpio. Este libro sobre el pasado garachiquense, —en buena parte hijo de una larga serie de crónicas que don Pedro Tarquis, antiguo, fiel y valioso colaborador de «La Tarde», publicó en el vespertino tinerfeño, entonces bajo la dirección de su entrañable amigo y maestro de periodistas, don Víctor Zurita Soler— nos trae a la memoria aquella Villa y Puerto que fué, con La Laguna y La Orotava, una de las tres cabeceras de Tenerife. Puerto activo con su almorifazgo, emporio agrícola con ingenios de azúcar y vinos para la exportación a Europa. Febril actividad comercial en los muelles, en aquellas «barandas», que

nos hace revivir Pedro Tarquis, a las que se adosaban los buques, cruce de tratos de a bordo a tierra y de a tierra a bordo, y una villa de perfiles nobles que va creciendo a medida que se desarrollan sus fuentes de riqueza. La construcción del primer templo de San Pedro de Daute, luego la de la Parroquia de Santa Ana, la fundación de conventos por las órdenes de Predicadores, Seráficos y Ermitaños, el talento de los alarifes, sus obras, sus contratos para realizar éstas, los retablos, las imágenes encargadas a los mejores artistas peninsulares y canarios, otras, como la de Nuestra Señora de la Luz, de legendaria procedencia, la valiosa platería, la pintura, los mármoles, las capillas, la torre parroquial, los edificios civiles, son bien estudiados por el autor, pronto en sacar a relucir el dato oportuno o en ofrecer el juicio crítico sobre el valor de cada exponente. Obra amena para el lector, útil para cuantos sientan preocupación por el pasado de Garachico y de Tenerife y por el valioso patrimonio artístico que éste nos ha legado, puede dejar bien satisfecho a su autor don Pedro Tarquis que, a sus ochenta y largos años, se mantiene en su magna tarea de investigador con el vigor y la lozanía de la mejor juventud, la de la ilusión y el trabajo.

Alfonso GARCIA-RAMOS