BREVE CRÓNICA DE LA ERMITA DE NUESTRA SEÑORA DE LA CONSOLACIÓN Y LA HACIENDA DE MALPAÍS DE GARACHICO

Familia Ponte

En las cercanías de la Villa y Puerto de Garachico, inmediata al camino que conduce a Icod, se encuentra la renombrada hacienda de Malpaís, saturada de sustancia histórica y famosa en los anales de Tenerife. Ese predio, donde las manos de los Ponte y de los Prieto se han dejado sentir con distinta fortuna, es lugar venturoso por su características climáticas y su bellísimo entorno. De la antigua casona y de su umbroso parque cuidado con gran esmero y dedicación por los Ponte; al tiempo que hoy una parte de sus edificios y los jardines han sido transformados para acoger turismo rural de élite.
Las tres primeras personas que recibieron tierras en Garachico fueron los banqueros genoveses Mateo Viña, Cristóbal de Ponte y Agustín Italián o Interian, datas concedidas como pago al dinero que éstos habían anticipado en ayuda a la empresa de la conquista. Dice el puntual e indiscutido cronista José de Viera y Clavijo que «el célebre Cristóbal de Ponte y Doña Ana de Vergara, su mujer, fueron pobladores, ennoblecedores y heredados, a quien debió el puerto de Garachico su antiguo lustre, su florido comercio y su magnífico convento de San Francisco, que fundaron en 1524».
Cristóbal de Ponte, inscrito en el Libro de oro del patriciado de Génova, vivió de 1447 a 1554; prestó grandes servicios a los Reyes Católicos durante la conquista de La Palma y Tenerife, anticipando considerables créditos, y al feliz termino de aquella recibió, como justo premio, extensos repartimientos de aguas y tierras en el antiguo menceyato de Daute; en otras palabras, arriesgó su dinero en esta empresa y ganó. Entre las muchas tierras recibió, el 26 de octubre de 1507, todo el Malpaís de Icod que pudiese aprovechar con su agua de Garachico. Malpaíses son campos cubiertos de lavas, caracterizados por su aridez y esterilidad, y necesitan mucho trabajo y grandes inversiones para hacer posibles en ellos la labranza.
Para ilustrar mejor esta figura histórica, me permito copiar aquí lo que en su libro Garachico escribió el profesor Alejandro Cioranescu

(…) tuvo [Cristóbal de Ponte] casa en sus tierras, desde 1498; hizo ingenio de azúcar hacía 1501 y sierra de agua hacía 1504. Cerca de su casa había mandado edificar una ermita, para su uso personal y el de su familia, bajo la advocación de los Ángeles. Más tarde cedió de su repartimiento de tierras el solar en que se edificó el convento franciscano de la misma advocación. Su descendencia aumentó la pingüe fortuna que le había dejado; y la familia Ponte, que vino a ser una de las principales de las Islas en orden a la riqueza, a los títulos de nobleza y a la ilustración quedó vinculada a Garachico, con cuya historia se halla mezclada permanentemente.

Cristóbal de Ponte fue, desde su comienzo en 1512, primer guarda del puerto; para la fábrica de la casa de la aduana y de la cárcel cedió en 1516 un solar en sus tierras. Su residencia estaba situada en la parte baja de la población, en donde construyó primero la ermita y luego, en 1524, el convento franciscano de Nuestra Señora de los Ángeles. Garachico prosperaba rápidamente gracias al cultivo de la caña de azúcar y a la exportación realizada por su caleta de este producto, al que se unió la salida de los vinos de la comarca de Icod y, poco después, los de la banda del Sur.
En el testamento, otorgado en 1532, se dice que fueron dos los hijos de Cristóbal de Ponte y de la referida Ana de Vergara, llamados Pedro y Bartolomé de Ponte y Vergara; entre ambos se dividieron la mayoría de los considerables dominios reunidos por su padre, tocando a Pedro de Ponte los heredamientos de Adeje y a Bartolomé los de Garachico. Este último rescató en 1561 una parte del solar de la casa paterna donada para el convento, y en él fabricó el año 1566 la nueva casa de Ponte, reedificada en la centuria siguiente, edificio que sigue en pie, al presente transformado en Casa Consistorial.
En el mencionado testamento, el patriarca Cristóbal de Ponte declara además tener, fuera del matrimonio, en Juana Gutiérrez, oriunda de Tenerife, un hijo llamado Gabriel de Ponte, padre de Juan de Ponte y Fernández, natural de Garachico y escribano público de lugar. Juan de Ponte poseyó la viña y heredad de Malpaís, en el camino que baja de Icod a Garachico. Roturar ese campo cubierto de lava, con los medios de la época, era casi imposible, por lo que su propietario dejó de lado el cultivo de la caña de azúcar y se acomodó con plantar viña en los sitios que pudo, e hizo bien porque, en la segunda mitad del siglo XVI, el negocio del azúcar entró en declive y fue progresivamente sustituido por el del vino. En este fundo, Juan de Ponte proyectó erigir una ermita en un paraje cercano al mar, que puso bajo la advocación de Nuestra Señora de la Consolación, aunque también consta alguna vez con el patronazgo de San Isidro; la dotó por escritura ante Gaspar de Sejas el 21 de agosto de 1565 y alcanzó para ella, en 1578, la necesaria licencia del provisor del obispado, el licenciado Aceituno.
Luego, Juan de Ponte entusiasmado con la aventura americana, se desentendió de Garachico y marchó con su mujer e hijos a Indias. En 1603 lo encontramos establecido en Caracas, ciudad de la llegó a ser alcalde real en 1604. En Venezuela, no sólo le fue bien a él, sino también a su descendencia, ya que los Ponte venezolanos alcanzaron a poseer grandes riquezas y formaron parte esclarecida de la nobleza de aquel país. Antes de emigrar, Juan de Ponte había vendido la viña y heredad de Malpaís a Juan López Prieto, de origen lusitano.

LOS PRIETO

Juan López Prieto, hidalgo portugués, vino con su familia a Garachico a mediados del siglo XVI. En su puerto, entonces emporio de riqueza y del comercio canario, hizo asiento nuestro hombre. Trabajó con ahínco en el negocio del vino y la fortuna le sopló con tal fuerza que logró amasar un importante capital, gracias al cual ocupó un lugar relevante en aquella comunidad.
Prieto tuvo entre otros hijos a Melchor López Prieto, de quien hablaremos después, y a Ana María López Prieto, mujer del capitán Julián Moreno Cutinho, ambos esposos, preocupados de la formación religiosa y de la cultura de los garachiqueses, establecieron el convento y colegio agustino de San Julián, fundado el 16 de enero de 1621, con aulas de latinidad y de estudios de Artes. Afirma Cioranescu que «dentro del ambiente comercial de Garachico, los agustinos constituyeron pronto un núcleo de intelectualidad, debido a la actividad de su colegio». Para su fábrica donaron unas casas, los ornamentos de la iglesia y la importante suma de 10.000 ducados; no tuvieron hijos, por lo que el patronato de esta institución pasó a la descendencia de su hermano, Melchor López Prieto, capitán de Milicias de la Gente de Guerra, regidor perpetuo de Tenerife, depositario general del Cabildo, ministro cualificado y familiar del Santo Oficio.
Melchor López Prieto había erigido en 1608, a su vez, la capilla de San Amaro, colateral de la Epístola, en la iglesia del convento dominico de San Sebastián. Logró tal crédito social que, en 1614, se le atribuyó para su sepultura y la de sus sucesores un lugar preeminente al pie del altar mayor de la iglesia parroquial de Santa Ana. Fue este López Prieto quien construyó las bodegas en la hacienda de Malpaís y supongo que, obligado a supervisar labranza y caldos, levantó la casa primitiva; luego incluyó este predio en el primer mayorazgo que, con facultad del rey Felipe III, fundó el año 1606 en cabeza de su hijo y homónimo.
Melchor López Prieto de Saa sucedió en 1616 en los mayorazgos fundados por su padre y no sólo conservó la rica herencia sino que a lo largo de su vida la acrecentó. Como su progenitor, desempeñó los siguientes y destacados puestos en la sociedad tinerfeña de su época: capitán de Infantería española, regidor perpetuo y depositario del Cabildo de Tenerife, amén de alcaide de castillo de San Miguel de Garachico. Había casado en Los Realejos, el 8 de febrero de 1614, con Magdalena del Hoyo Solórzano y Ayala, heredera de uno de los dos mayorazgos que para dote de sus hijas instituyeron, con imposición del apellido y armas de Hoyo, el capitán Esteban del Hoyo Solórzano y Mesa y Jerónima de Ayala Jovel y Guzmán, su mujer. En 1615 el regidor López Prieto, como mayordomo de fábrica, encargó al maestro cantero Luis de Morales edificar la torre de la iglesia parroquial de Santa Ana.
Su hijo mayor y heredero fue Melchor Fernando Prieto del Hoyo y Ayala, capitán de Infantería española y, desde 1653, regidor y depositario general perpetuo del Cabildo de Tenerife, por juro de heredad, a quien abreviando llamaremos en adelante Prieto a secas. Contrajo matrimonio, en 1648, con Marcela de Anchieta y Fiesco, única hija y sucesora de Matías de Anchieta Machado Becerril, capitán y jurado de Tenerife. Prieto concurrió en 1655 al Cabildo general, que valientemente se opuso a las amenazas de Alonso de Dávila, capitán general, ante la injusticia y el grave mal que constituía para Tenerife la leva forzosa ordenada por éste. Fundó en 1658 una capilla en la iglesia del convento agustino de su patronazgo; reedificó y dotó de nuevo, el 27 de julio de 1669, la ermita de Nuestra Señora de la Consolación en su fundo de Malpaís. Mantuvo su preocupación e interés por esa hacienda, que producía uno de los vinos de malvasía más afamados por su calidad; al mismo tiempo modificó y engrandeció la casa de este predio, para cuya fábrica hizo traer desde los pinares de Agache la madera de tea necesaria. En Malpaís moró incontables veces e hizo colocar en el pórtico, como testimonio de su nobleza, las armas heráldicas de los Prieto.

Patio de la Hacienda en la antigüedad

Entre los vínculos y mayorazgos heredados por Prieto del Hoyo figuraba el patronato del convento y colegio agustino de San Julián ubicado justo enfrente de la casa de su habitación. Ese edificio quedó muy mal parado por el incendio que el día 12 de noviembre de 1697 destruyó ocho casas de la calle de la Marina hasta topar con la pared del monasterio, pero el 19 de marzo de 1697 quedó reducido a cenizas tras un pavoroso fuego que previamente había consumido una parte muy amplia de la población. Ante el desastre, los monjes no tuvieron más remedio que pedir ayuda a Prieto, su patrono, y éste les permitió refugiarse en la casita inmediata a la ermita de la Consolación, en Malpaís, donde permanecieron hasta que, en 1701, se habilitó una parte del antiguo monasterio y pudieron regresar a sus celdas. La vida del convento volvió entonces a la normalidad; pero el colegio había desaparecido. Nada de esto conoció nuestro hombre, puesto que había fallecido en septiembre de 1697; su viuda, doña Marcela, le sobrevivió muchos años y murió en El Realejo, el 22 de junio de 1717.
Vino a heredar esta acaudalada casa el primogénito Melchor Prieto del Hoyo y Anchieta, maestre de campo del Tercio de Infantería española y primer coronel del Regimiento de Milicias provinciales de Garachico. Había casado con Catalina del Hoyo Solórzano, su prima, hija del maestre de campo Fernando del Hoyo Solórzano y Ortiz de Caraveo, creado primer señor de la Villa de Santiago por el rey Felipe IV en 1663, y de Leonor del Hoyo Solórzano, su prima y mujer, de la línea condal de Siete Fuentes. A Melchor Prieto del Hoyo le tocó vivir la amarga y hasta alucinante prueba de la erupción del volcán, episodio telúrico de sorpresas y cataclismos, ocurrido el fatídico 5 de mayo de 1706, día en que el monte de Trebejos, situado encima del municipio, arrojó bruscamente hacia abajo una corriente de lava encendida, asolándolo todo. El volcán privó a Garachico de su prosperidad e importancia. El puerto quedó inutilizado para siempre y, además de dos siglos de historia, la lava ardiente arrasó calles y edificios y un legendario tesoro en pinturas valiosas, esculturas, porcelanas, muebles y ornamentos de metales preciosos.

Nuevamente me permito hacer referencia a otro pasaje del documentado libro Garachico de Alejandro Cioranescu:

En fin, el célebre volcán que reventó el 5 de mayo de 1706, en la parte alta del término municipal, hizo correr hacia abajo un torrente de lava que se dividió después en dos brazos, uno de los cuales se fue a cegar el hermoso puerto; de modo que sólo subsiste ahora algo menos de la mitad de la antigua caleta, llena de escombros hasta llegar al mar abierto, por haberse transformado su fondo en un depósito de lavas negras. El otro brazo, después de haber destruido los barrios de Moraditas y San Telmo, se fue abrasar y arruinar la mayor parte de la villa, con los dos conventos de franciscanos y de clarisas y con la misma iglesia parroquial de Santa Ana, así como todas las casas de aquella calle principal.

Entre las casas que averió el segundo brazo de lava se encontraba una propiedad de los Prieto, situada en la calle Real de Arriba, frente a la plaza de San Francisco, cercana a la que había construido Juan Bautista de Ponte Fonte y Pagés, primer marqués de Adeje, la casa de piedra, que aún sigue en pie, aunque maltratada por la erupción y el tiempo. No obstante, el desastre dejó ilesa su reconstruida morada principal —en el número 32 de la actual calle Esteban de Ponte, hoy ocupada por el Hotel San Roque— señorial mansión que con el transcurrir del tiempo sería de los Ponte, sus descendientes.
Nueve hijos procreó Prieto en su matrimonio y de ellos sólo casó el mayor. El segundo, don Fernando, sargento mayor del Regimiento de Milicias de Garachico, permaneció soltero. Los restantes fueron todos religiosos, éstos eran: fray José, agustino y definidor de la Orden, y seis monjas profesas en el monasterio de la Concepción de Garachico. Melchor Prieto del Hoyo Solórzano poseyó los mayorazgos de Prieto y fue alcaide del castillo de San Miguel por nombramiento de 5 de enero de 1717, coronel del regimiento de Nobles Forasteros de las Islas Canarias por real despacho de 3 de julio de 1754. Contrajo dos matrimonios, ambos en Garachico: el primero, el 6 de enero 1706, con Catalina de Ponte y Ponte, hija de los terceros condes de El Palmar; el segundo, en 1733, veintisiete años más tarde, con Ángela Teresa de Franchi Alfaro y Ponte Ximénez, hija del capitán de Corazas Pablo de Franchi Alfaro y Monteverde, mayorazgo de Franchi Alfaro, y de María Ana de Ponte Ximénez y Castilla, su primera mujer.
De este matrimonio fue unigénita: Catalina Prieto del Hoyo y Franchi Alfaro (1747-1822), señora de la casa y mayorazgos de Prieto, que incluían la hacienda de Malpaís y el patronato del convento agustino de Garachico. Casó Catalina Prieto, en 1769, con Gaspar de Ponte Ximénez y Ponte, nacido en la morada de sus antepasados, en Garachico, el 29 de diciembre de 1749, capitán de Granaderos de aquel Regimiento provincial, poseedor de la casa de Ponte Ximénez, sus mayorazgos, vínculos y patronatos, a los que sumó los que poseía su esposa, de tal modo que constituyeron una de las más opulentas familias de Canarias.
De esta suerte, en Malpaís, sorprende el episodio novelesco acaecido a caballo entre los siglos XVIII y XIX. Residía en Tenerife un singular personaje llamado Miguel Cabral de Noroña, natural de Madeira, con estudios cursados en la Universidad de Coimbra, quien de regreso a su isla natal profesó como religioso franciscano, luego se fugó del convento y logró llegar hasta aquí. De ese fraile dice el profesor Antonio Rumeu de Armas:

Miguel Cabral de Noroña es dentro de la familia humana uno de los seres más dignos de estudio, que de haberse movido en un escenario más amplio -valga el caso la Francia revolucionaria del XVIII- daría mucho que hacer a historiadores y psicólogos. De inteligencia despierta, espíritu cultivado, palabra fácil, pluma bien templada, ingenio a montones y gracia a raudales…, Cabral de Noroña desvirtuaba estas cifras positivas de su carácter con una sátira envenenada, una mordacidad hiriente, unas atrabiliarias costumbres, una conducta turbia y un temperamento agrio y destemplado. De aquí que su persona haya dejado una impronta tan marcada en el cuadro en que se movía la sociedad tinerfeña en el último tercio del siglo XVIII y primera década del XIX.

A Tenerife arribó en 1789 y, según cuenta Lope de la Guerra, «parece ser que vino buscando incorporarse a esta provincia, huyendo con motivo de unos versos satíricos». Después de residir en el Puerto de La Orotava, donde alcanzó fama como humanista y predicador, el portugués, perfectamente olvidado de su humildad franciscana, recorrió los pueblos de Tenerife escandalizando con sus modales, sus escritos y sus sarcasmos. Se trasladó a Garachico, allí conoció y supo ganarse la confianza de la acaudalada viuda de Ponte, señora de las de primera distinción y respeto, que unía a su caudal privativo el que administraba en nombre de su único hijo, Melchor de Ponte y Prieto del Hoyo.
Cabral de Noroña terminó por alojarse, no sin escándalo, en el domicilio garachiquense de esa dama, con el título de intendente de su casa y, con sus conocimientos y argucias de leguleyo, estudió en el archivo la situación de su fortuna, así que, hoy cancelando una hipoteca y mañana rehabilitando derechos o reclamando rentas, devolvió al patrimonio de esa señora el estado de prosperidad de sus mejores tiempos.
Primero llenar la bolsa y luego darle la vuelta, de modo que, después de recaudar fondos, pasó a doña Catalina crecidas minutas en calidad de honorarios. No obstante, la señora continuaba encandilada con los servicios del protugués, y como suele apreciarse poco lo que poco ha costado, Cabral aprovechó y le pidió, para su sustento, una renta vitalicia; esperaba de un momento a otro la bula de secularización y necesitaba una cobertura económica. Pero en esos días, en 1802, el lusitano se vio obligado a regresar a la Península, sin conseguir su propósito, aunque en cuanto pudo volvió a Garachico. De tal forma que tres años más tarde lo encontramos de vuelta; a pesar del tiempo transcurrido la estima que le profesaba doña Catalina permanecía inquebrantable y, abusando de ello, volvió al ataque para sacarle ese empleo de poco trabajo y mucho provecho. Los familiares de la señora, a quienes tan ávido doctor en economía ajena había tratado de desunir y enemistar, le amenazaron si volvía a poner sus pies en Garachico. Por fin, Melchor de Ponte, ante la situación desairada, por no decir ridícula, en que se encontraba su madre, puso al lusitano de patitas en la calle. Cabral de Noroña desde aquel día y hasta que abandonó definitivamente la isla no salió de La Laguna; pronto marchó a América, donde murió.
Los retratos al óleo de doña Catalina y de su único hijo, don Melchor, decoran el salón principal. El primero como justo homenaje a la dueña de esta hacienda, cuya casa transformó acertadamente, para que fuese digna de su riqueza y de la supuesta riqueza de sus sucesores, y todo ello a pesar de lo poco complejo de su espíritu. La viuda de Ponte murió a los setenta y cuatro años de su edad, el 17 de febrero de 1822, y fue enterrada en el panteón de su familia en la capilla mayor del convento agustino de San Julián, desacralizado y desamortizado éste, Antonio de Ponte, su nieto, hizo traer sus huesos en octubre de 1849 a la ermita de la Consolación.

Y OTRA VEZ LOS PONTE

En su unigénito don Melchor (1771-1827) se reunieron los patrimonios de Ponte Ximénez y Prieto del Hoyo. Este fue capitán de milicias provinciales de Garachico y alcaide del castillo de San Miguel en 1802. Contrajo matrimonio en la iglesia mayor de Nuestra Señora de la Concepción de La Orotava, el 24 de abril de 1799, con Ana María Benítez de Lugo y Alzola, hija del teniente coronel de milicias José Benítez de Lugo y Mesa, y de Andrea de Alzola y Monteverde. De don Melchor y doña Ana procedieron los siete hijos siguientes: Antonio, Pedro, esposo de María del Carmen de Ponte y Benítez de Lugo, hija menor de los quintos condes de El Palmar; Lorenzo (1808-1852), teniente coronel de Caballería, condecorado con la cruz de San Fernando de primera clase y otras por acciones de guerra, que no tuvo posteridad; Esteban, alcalde de Garachico desde 1859 hasta 1884; Catalina, mujer de Antonio Monteverde y Tovar; y, por último, Agustina y María del Rosario, ambas solteras.
A Melchor de Ponte Ximénez le sucedió su hijo mayor, Antonio de Ponte Ximénez y Benítez de Lugo, caballero maestrante de la Real de Caballería de Sevilla. Había casado con María Guadalupe del Hoyo Solórzano y Román, hija de los cuartos condes de Siete Fuentes. Este matrimonio procreó cinco hijos: Melchor, Gaspar, Baltasar, Elisa y Constanza de Ponte y Hoyo.
Si bien ahora correspondería hablar del mayor, lo dejaremos para luego, porque la hacienda de Malpaís la heredó el segundo. Fue éste, Gaspar de Ponte y del Hoyo, licenciado en Derecho, diputado provincial de Canarias en la restauración de la Monarquía legítima el año 1875 y caballero Maestrante de la Real de Sevilla, quien vino a heredar la mayor parte de esta hacienda de Malpaís. Este caballero casó dos veces: la primera en Madrid en 1862 con María de los Milagros Orlando e Ibarrola, hija del conde de la Romera, ministro de Hacienda en 1846 y 1847; viudo, Gaspar de Ponte casó otra vez en La Orotava, el 6 de junio de 1867, con Rafaela García y Llarena, hija menor de José García y Lugo (1812-1889), gran cruz de Isabel la Católica, alcalde de La Orotava, diputado y presidente de la Asamblea provincial, que falleció en Garachico. Gaspar de Ponte está enterrado, junto con su segunda esposa y el padre de ésta, en la iglesia matriz de Nuestra Señora de la Concepción de La Orotava, al pie de los escalones del presbiterio; merecieron este señalado honor por sus destacados servicios en beneficio de la causa pública, de los más necesitados y de la Villa de La Orotava. Cuentan que los antiguos dueños de Malpaís, y don Gaspar, entre ellos, para aumentar la escasa tierra vegetal de este predio, mandaban apalear tierra de monte en los altos cuando la lluvia hacía correr los barrancos para que el torrente la depositara en Malpaís, así quedamente consiguieron incrementar la superficie de cultivo. Don Gaspar no dejó descendencia, y vino a heredarle su viuda, Rafaela García y Llarena (1852-1921), quien poco antes de morir hizo papel de venta de este fundo de Malpaís al matrimonio formado por Gaspar de Ponte y Cólogan (1872-1939) y María Luisa Méndez de Lugo y Ascanio, sobrinos de su marido, de quienes hablaremos más adelante.
Al primogénito, Melchor de Ponte Ximénez y del Hoyo, licenciado en Derecho y caballero Maestrante de la Real de Sevilla, no le tocó Malpaís, que le correspondió, como sabemos, a su hermano don Gaspar. Contrajo matrimonio en La Orotava, el 29 de octubre de 1863, con Cristina Cólogan Franchi y Heredia, hija menor de los octavos marqueses de El Sauzal, poseedores de la célebre casa palacio de Franchi de la villa de La Orotava, destruida en un incendio acaecido la noche del 10 al 11 de noviembre de 1905. Esa mansión y sus jardines habían sido representados por el pintor suizo Sigmund Freudenberg, en 1791, y luego grabados en Bruselas por Simon Cattoir. En ese parque se encontraba el famoso drago, decano de la vegetación -sobre su enorme tronco y entre sus ramas se construyó una plataforma en la que se colocaron mesa y sillas capaces de acomodar a más de doce comensales-, desaparecido en 1867, árbol al que dedicaron páginas enteras muchos científicos e insignes viajeros que lo contemplaron, entre los que destaca el barón Alejandro von Humboldt.

Familia Ponte

En las pertenencias de Cristina Cólogan de Ponte se encontraban esos grabados que representan los bellísimos jardines de su casa natal y el formidable drago de Franchi, grabados que aún hoy podemos contemplar en la galería principal de Malpaís.
De entre los hijos de Melchor de Ponte y Cristina Cólogan fue Gaspar el sucesor de la casa de su apellido al extinguirse la descendencia primogénita. Gaspar nació y murió en La Orotava, donde asimismo casó, el 16 de enero de 1899, con María Luisa Méndez de Lugo y Ascanio, hija de Augusto Méndez de Lugo y Xuárez de la Guardia, diputado provincial, comendador de la Real Orden de Isabel la Católica, y de Herminia de Ascanio y Estévez. Ya hemos dicho que a este matrimonio le hizo papel de venta de la hacienda de Malpaís Rafaela García y Llarena, viuda y heredera de Gaspar de Ponte y del Hoyo, así que la finca formó parte de los bienes gananciales de ambos esposos.
María Luisa Méndez de Lugo fue mujer notable por su belleza, actividad y talento, y unía a esas dotes personales una envidiable y saneada fortuna patrimonial, lo que le proporcionaba independencia y seguridad. En cuanto los señores de Ponte y Méndez de Lugo consiguieron este predio no pararon de hacer obras de mejora en él, sorribando sus terrenos, que transformaron en un paraíso del plátano. La pérdida de dos de sus hijos, don Melchor, capitán de Artillería, piloto y observador de aviación, en accidente aéreo, en Madrid, el 30 de agosto de 1933; y doña Beatriz, tras penosa enfermedad, el 23 de noviembre de 1934, se suma a los dispares hitos en la vida de esta señora.
Dejó doña María Luisa gran huella en la casa de Malpaís; acomodándola al confort moderno, construyó cocina y nuevos servicios, cerró y acristaló las galerías, rehizo la escalera principal en la que colocó dos escudos uno con los blasones de Ponte y otro con los de Castilla Ayala y Guzmán -este último de rica labra genovesa, en mármol, que se encontraba en la antigua y semiderruida residencia de los marqueses de Adeje y condes de La Gomera, de Garachico, conocida como la casa de piedra, lo permutó a los señores Mascareño, entonces propietarios de ese inmueble por una pipa de agua al día-, junto al que habían puesto los Prieto. También reformó la ermita de Nuestra Señora de la Consolación, en la que hizo enterrar a los hijos que le premurieron. Plantó las palmeras que adornan el patio central, añadió nuevas dependencias agrícolas, y continuó con la preparación de terrenos para el cultivo del plátano, tarea concluida por sus hijos.
Heredaron esta hacienda, con el resto de los bienes que constituían el abultado patrimonio familiar, sus hijos: Herminia, Gaspar, Cristina, Baltasar y Constanza de Ponte y Méndez de Lugo. La antigua casona y la finca circundante correspondió a Baltasar de Ponte y pertenece al presente a sus herederos; su viuda, doña Cristina Machado, exquisita dama, como sus mayores buena católica, con especial esmero atiende hoy a la conservación de la ermita de Nuestra Señora de la Consolación, además de mantener en todo su esplendor la morada de sus antepasados.

ERMITA

Las pequeñas ventanas de la ermita a ambos lados del altar son de cantería, tallada con molduraje en su contorno, que repite un segundo adorno tallado en disminución y más adentro. Portada con arco de piedra de medio punto, encima de él; en el centro de la fachada se alza la espadaña, también de cantería. En su interior el retablo del fondo es neoclásico, dorado al fuego. Tiene tres hornacinas separadas por cuatro pilastras. Sobre el entablamento se levanta un frontón triangular, partido que enmarca un buen óleo, al parecer flamenco que representa la Adoración de los reyes magos. La talla de Nuestra Señora de la Consolación es de tamaño natural. En la elegante hornacina del lado de la Epístola recibe culto un San José, imagen de buena talla, menor que natural, y en la del Evangelio se venera una figura de San Antonio de Padua.
El santuario, cimentado en un alto, tiene delante una pequeña plazoleta en cuyo frente existe una casita que sirvió de refugio a los monjes agustinos, al quedar arruinado su convento en 1692, y en la que estos vivieron hasta que aquel fue otra vez habitable en 1701. La razón de esa forzada hospitalidad es que, como ya sabemos, los Prieto eran patronos fundacionales del destruido garachiquense monasterio de San Julián. Pocos años después, amedrentados por la fatídica erupción del volcán, los monjes regresaron efímeramente a Malpaís. En la noche de 27 a 28 de mayo de 1706, dicen que sudó la imagen de San Agustín recogida entonces en la capilla, de lo que dio testimonio el escribano público Pedro de Vergara.

LA CASA

Dejamos la ermita, continuando camino hasta la casona principal. El patio central, arbolado de grandes palmeras, cuya amplitud nos evoca la llegada de los coches de caballos sudorosos y de los carros tirados por bueyes para traer y llevar productos. Aquí se celebraron fiestas y bodas, y se han alojado relevantes personajes, entre los que sobresalen el duque de Suárez, presidente del gobierno español e hijo adoptivo de Garachico, en junio de 1981, y el doctor Franz Heubl, presidente del parlamento de Baviera. Desde la entrada, si observamos atentamente, nos daremos cuenta de la disposición general del notable edificio. La fábrica es de dos plantas. Las dependencias bajas, en torno al patio, que estaban en función de las tareas agrícolas -viviendas de trabajadores y almacenes-, se dedican ahora a hotel. A los lados hay otros patios y jardines más reducidos. En un ángulo del gran patio, cubierto con armadura de madera y cerrado con ventanas, está el zaguán que nos conduce a la escalera de honor, decorada con tres escudos, donde vemos los blasones de Prieto, Ponte, y Castilla Ayala y Guzmán. La escalera desemboca en un vestíbulo, amplia galería superior que recorre todo el piso alto de naciente a poniente y comunica con la más estrecha que va de sur a norte; en principio fue abierta, hoy está cerrada con ventanas de guillotina, y a ella van a dar las diversas piezas que componen la señorial vivienda. El salón principal tiene al naciente un amplísimo balcón, con celosías, sostenido con pies derechos; en el comedor principal destaca el bello zócalo de tea y una curiosa puerta de servicio construida con un solo tronco de esa madera. La zona noble está lujosamente decorada, en ella podemos admirar actualmente una excelente colección de pinturas valiosas y muebles de diferentes épocas, junto a otros objetos suntuarios en el estilo peculiar de las mansiones de Canarias.

ANTONIO LUQUE HERNÁNDEZ, PUBLICADO EL DÍA (SANTA CRUZ DE TENERIFE).

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